" El proceso de encuentro y confrontación con las culturas es una experiencia que la Iglesia ha vivido desde los comienzos de la predicación del Evangelio » (Fides et Ratio, n. 70), pues « es propio de la persona humana el no acceder a su plena y verdadera humanidad sino a través de la cultura » (Gaudium et spes, n. 53). Así, la Buena Nueva que es el Evangelio de Cristo para todo hombre y todo el hombre, « al mismo tiempo hijo y padre de la cultura a la que pertenece » (Fides et Ratio, n. 71), le llega a éste en su propia cultura, que impregna su manera de vivir la fe y que a su vez es modelada por ésta. « Hoy, a medida que el Evangelio entra en contacto con áreas culturales que han permanecido hasta ahora fuera del ámbito de irradiación del cristianismo, se abren nuevos cometidos a la inculturación » (ibid., n. 72). Al mismo tiempo, las culturas tradicionalmente cristianas o impregnadas de tradiciones religiosas milenarias se tambalean. Se trata, pues, no sólo de injertar la fe en las culturas, sino también de devolver la vida a un mundo descristianizado, cuyas referencias cristianas son a menudo sólo de orden cultural. Estas nuevas situaciones culturales a lo largo del mundo se presentan a la Iglesia, en el umbral del tercer milenio, como nuevos campos de evangelización."